jueves, 21 de mayo de 2009

Tiene las manos frías,
cuando su cuerpo convulsiona por la fiebre hormonal sus manos son gélidas
y trabajan erizando la piel de los niños rezagados en las sábanas de hilo de araña.
Sus dedos son ágiles, suaves, infinitos y cuidadosos a la hora de elegir la sincronía, el ritmo y la cadencia de cada movimiento.
Con esos mismos dedos pasa las tardes tejiendo estrellas,
un puñado de facturas se convierte en un rincón inexplorado del universo.
Estrellas arquitectónicas, puntiagudas, flexibles, flexionadas.
Estrellas al fin y al cabo, y va repartiéndolas en cada esquina, en cada cama, en cada hogar, y así crece su cosmos.
Un punto de luz.

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