Aquí estoy, nerviosa, ansiosa, dudando. ¿Vendrás no? ¿Bajarás del avión que acaba de aterrizar? Soy un polizón más en este navío de tres pistas, en este mar de gente ansiosa y atenta a las pantallas de televisión.
Hace frío, mucho, para salir de casa y encima de la lencería negra de lazos de raso, llevo una docena de prendas debajo de un abrigo largo, bufanda, guantes, gorro, y el espíritu esquimal que he ido desarrollando aquí.
Empieza a salir gente, visitantes, todos muertos de frío, todos han encongido, te busco, ya te imagino detrás de la puerta esperando a ser el último, aumentado mi angustia.
Así es, sales, te veo, me ves, sin prisas, aquíe estás, te abrazo, fuerte, muy fuerte, como la última vez, pero ahora unos 20 cm de ropa me alejan de tí, no es lo mismo. De camino a casa apenas hablamos, nos miramos, sonreímos, te explico algo de la ciudad, tu me cuentas tus anécdotas del viaje, y llegamos.
Estamos tumbados, bien vestidos, y hablamos, sólo puedo mirarte, sin hablar nos decimos incluso más. Te invito al semidesnudo, necesito abrazarte a tí, nos quedamos así, quietos, tranquilos, me besas el cuello y yo recorro tu espalda sobre la yema de mis dedos erizándote la piel. Dormimos.
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