
Ahí estabas tú.
Siempre tú.
Cálida, pálida, de piel tersa y muslos prietos.
Tú, palpitante, excitante. Tentación sin redención.
Acabas de entrar en el bar, ahí estoy yo, discutiendo con todos y ninguno al mismo tiempo, tentando a los pajes en mi pecho, en mi cuello, siguen perdidos ahí pero yo sólo te puedo ver a tí, todo se esfuma, me levanto, se desesperan, te abrazo.
Volvemos juntas y te quedas a mi lado, mirándome, observándome, yo no puedo apartar mi vista de tu cuello pero tú no lo sabes, pues disimulo buscándolo en el espejo y te veo lamiéndome con cada parpadeo.
Entonces sin escuchar que intentas contarme pongo mi mano en tu cuello y cierras los ojos, sí, los cierras porque te encanta sentir mi mano en tu cuello, sentir como mis dedos penetran entre tu pelo e inclinas la cabeza, con los ojos cerrados, con la boca entreabierta, vacías el aire de tu pecho de forma temblorosa y te humedeces los labios. Yo sonrío.
Sigo paseando mi mano por tu cuello, siento como se eriza tu piel bajo mis yemas, y empiezo a excitarme, tu ya estás más que excitada, tiemblas, sonríes, parpadeas pesadamente, slow motion, como si un grado incierto de hipoxia te aturdiera los sentidos y las neuronas motoras, te desvaneces y caes sobre una pared, acerco mis labios al sendero que mis manos han trazado en tu nuca, en tus clavículas y humedezco la tierra tantas veces transitada por otras manos.
Tus manos intentan separarme pero a cada mordisco, ellas se entrelazan o se enzarzan en mi espalda, en mi pelo, y así tiras de él, para alejarme, para rogarme.
Lo siento, hoy no puedo parar.

Entonces te cojo de la mano y te llevo al baño. No se hizo para hablar ¿o acaso no lo sabías ya?
Te empujo contra la pared, te silencio besándote, ensalivo tu cuerpo, desarraigo tu corsé y mientras intentas percatarte de todo ello mi mano se ha dirigido hacia tus piernas, calientes, húmedas, rezumas un licor dulce y cálido que recorre la cara interna de tus muslos y sigo su rastro río arriba, convulsionas, gimes, me muerdes, me despeinas, me desnudas, introduzco mis dedos en tí, y un aluvión recorre la palma de mi mano, tus ojos se abren como nunca lo habían hecho.
Te dejo probarte, y sigo haciendo música con tu cuerpo, taño levemente tu clítoris que responde a mis estímulos, y tu cuerpo, tus gemidos, tu voz, lo acompaña, entonces me arrodillo, levanto tu pierna y sin que te de tiempo a detenerme empiezo a apurarte, rebaño con mi lengua todo lo que puedas ofrecerme, introduzco al tiempo mis dedos en tí, y así, en un momento, mientras alguien intenta derribar la puerta, te has puesto a gritar, tus piernas se debilitan, ahora no puedes parar, me exiges, y has comenzado a llorar, a reír, te has tirado al suelo y casi desnuda me besas, recoges de mis labios tu esencia y me pides que te deje empezar.
Pero sabes que no que sólo he venido a jugar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario