Pantalones y zapatos de aguja negros, camiseta de encaje transparente negra y chaqueta roja. Maquillaje, el justo, peinado, pelo secado al viento. Lentillas.
Quai de la Rapée.
Entre les bateaux.
Estaba sola, ni un alma en mitad de Paris. Ni siquiera coches. Un poco de miedo me recorre. Pero sé que no me dejarías sola.
Te llamo.
Intentas indicarme donde estás. Camino atravesando puentes, pero no te encuentro.
Me llamas, visito tres barcos y ninguno es el tuyo.
Me empiezo a enfadar, te llamo.
Sigue adelante.
Y sigo.
Y ahí están, un grupo de chicos y chicas muy trajeados en dirección al río.
-Excusez-moi, allez-vous au bateau "Rive gauche" ? (No recuerdo su nombre pero creo que era algo así.
Después de sonreirme y acogerme entre miradas extrañadas me invitan a seguirles, van allí.
Y llegamos, la verdad es que yo estaba un poco perdida, si no los hubiese encontrado habría vuelto a casa enfadada y cansada.
Multitud de gente, la cola para entrar llega hasta la calle, un sinfín de gente con traje y chicas con vestidos largos, camisetas de strass y zapatos brillantes o con excesivo tacón. Me despido de mis guías y me decido a buscarte.
Cómo no. Ahí estás, lejos de la cola, esperándome con tu inseparable secretario. Nunca te había visto tan guapo, trajeado, siempre nos veíamos en los descansos, con nuestra ropa de descanso, vaqueros, algún vestido, pijamas...pero hoy vas de negro, con corbata y camisa verdes, mi color preferido. Me miras, sonríes, y me dices que estoy guapísima, que tienes la chica más bonita del barco y que nunca me habías imaginado así. Te encanto, lo sé, me gusta, me gustas.
Como siempre tienes un as en la manga y entramos directamente al barco, sin esperas, sin precios ni impedimentos, alguien recoge mi chaqueta y mi bolso, me tomas de la mano y me ayudas a descender, en la parte de abajo, un concierto, en la parte de arriba música, camareros y multitud de gente, botellas de champagne, brillo, balcones hacia el Sena. En la terraza vistas de París, luces, silencio, aire fresco, mesas y sillones para descansar del bullicio.
Yo, tímida, tú, seguro de tí mismo. Me dices que te enorgulleces de poder estar conmigo esta noche, de que te acompañe. Eres la reina del barco, del Sena, eres la reina de París esta noche.
Tú, el chico más cálido del barco, yo la única persona blanca.

Las chicas me miran, envidiosas, celosas, resentidas, por ser tu acompañante, porque soy la única persona blanca y porque tengo a uno de sus reyes en jaque. Eres conocido aquí.
Los chicos me desean, se acercan, me miran, intentan tocarme, intentan bailar conmigo, me invitan a copas de champagne que yo no puedo permitirme, tu secretario intercepta toda amenaza a tu noche, a tu diosa nívea vestida de negro.
Y me miras, me sigues, me abrazas, te acercas, me besas, casi imperceptiblemente has rozado tus labios con los míos. Un grupo de chicas, todas muy insinuantes nos acorralan en un balcón y empiezan a bailar en un intento de seducción de cualquier alma perdida que se cruce, las miráis, las miro, nos miran, se ríen, sonrío.
Me dirijo hacia ellas e intento adaptarme al ritmo, poco a poco, una de ellas me mira desafiante como una leona en mitad de la sabana intentando proteger su territorio, yo la miro, sonrío de nuevo, te miro...
En un momento una chica blanca de nacionalidad desconocida, y nombre secreto, está en el centro de la planta media del barco, rodeada de hombres y mujeres de otro continente, miradas, de muy diversos índoles la acribillan y ella es libre, baila, se deja llevar, una chica celosa intenta retarla, ella se ríe, su acompañante empieza a preguntarse si no tendrá que sacarla a la fuerza enfrentándose a una manada de leonas autóctonas, se quita los zapatos, se los da al chico y empieza la lucha, cuerpo contra cuerpo, blanco contra negro, negro contra blanco, contrastes...
-Espero verte por aquí, eres la primera chica blanca que conozco con valor. Y tienes fuerza suficiente.
Me río, estoy sudando y todos aplauden, me río mucho más y me tiro a tus brazos, te beso apasionadamente, me coges fuerte y tiras mis zapatos...
-Tu es vraiment une noire dédans un corps de blanche.
Reimos, nos vamos, caminamos descalzos hasta la Mairie, me dejas meterme en la fuente, cogemos un tren de vuelta, en tres horas empiezo a trabajar, me invitas a un café en tu casa y mientras dormito me das un masaje. Salgo corriendo, entre la lluvia, en los vestuarios me lavo la cara y me pongo el uniforme, vienes a verme a media mañana y por debajo de mi camiseta blanca aún se intuye la camiseta de encaje...

-¿Esta mañana no vas a besarme?.















