A veces tenía un aire de misterio que unido a su estado bohemio me atraía hasta su cama, y allí me leía, una y otra vez, me leía su poesía porno.
Yo perdía la vista por su pequeña ventana intentando no concentrarme en sus palabras, su respiración, la posición de su cuerpo y la erección de su polla, pero a veces me desconcentraban sus ojos recorriéndome la espalda, clavándose en la parte dorsal de mi cuello y enredándose en mi pelo. Era entonces cuando me turbaba. Me levantaba y salía al balcón, podría haber dominado el mundo y su alma desde aquella posición, todos estaban a mis pies en ese momento, pero tuve o tenía que despejar toda idea por la controversión del asunto y las direcciones prohibidas del ambiente.
Cuántas veces quise dejarme llevar...cuántas veces le dejé y no lo intentó.
Pensaba a diario en sus manos posarse en mis rodillas cuando en el coche me contaba sus proyectos, me imaginaba su mano en la rodilla aprisionándola, fuerte, ascencer por el muslo oprimiéndolo, meter su mano bajo mis vestidos ligeros a propósito, correr la ropa interior e introducirla en mí.
Pero nunca fue así.
Sé que a veces, siempre, miraba como yo dejaba caer los tirantes de éstos, mis vestiditos de "a propósito", sentía su mirada lasciva en mi cuello, en mis labios, en mis senos desnudos.
También él se escondía de los prejuicios y el qué dirán aunque no lo pareciera.
Buscaba por ello las excusas para tenerme, cualquier labor, cualquier evento, cualquier pretexto para hacerme bailar, desnudarme, posar, gemir, gritar...y yo lo veía allí, sentado, observando siempre, caliente, anhelante...lejano.

Me escribió un cuento para mis futuras prácticas onanistas.
Y por fín ayer lo encontré.
Ahora que él ya nunca más estará ni podrá estar entre mis brazos ni entre mis piernas.
el azar está forjado de caprichos,
ResponderEliminarcomo el deseo lo está de esperanzas.
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