Tira del cordón que ata la cordura y me viste.
Reposa mi cuerpo sobre cualquier superficie,
horizontalidad o verticalidad, me deja de importar,
lo necesario es que no tenga oportunidad de escapar.
Córtame la respiración presionando contra mí,
curva mi espalda succionando los axones indicados,
ciérrame los ojos introduciendo tus dedos bajo el raso.
Déjame saborearme.
Cállame.
Haz girones de lo que me quede puesto.
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