lunes, 23 de noviembre de 2009

Tiempo para pensar.




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Es horrible estar allí, es irreal, es desconcertante, escapa a cualquier descripción, a cualquier idea o concepto. Te deja mal cuerpo, mal sabor de boca, malos pensamientos, peores sentimientos. Aturdido.
Todo te resulta familiar porque lo has visto cien mil veces en la gran pantalla, todo es un plató siniestro, un decorado nefasto que se expande hasta allí donde tu vista no logra alcanzar. Se deshace en un horizonte arbóreo cubierto de polvo, desesperanza, ilusión, gritos, sangre, balas, cámaras de gas, hogazas de pan y tazas de té. Te atreves a acercarte a las vallas electrificadas, y no puedes tocarlas, no llega luz, no hay electricidad, pero no puedes tocarlas, porque sabes que están llenas de muerte, de dolor, caminas entre bloques de ladrillo rojo, inmensas ratoneras inhumanas, y piensas que esas piedras sobre las que tus perfectas botas aislantes pisan fueron cubiertas por orín, sangre, lágrimas, saliva, piel, inocencia, desconcierto, injusticia, insolencia, prepotencia, estupidez, todo junto, y casi puedes escuchar los gritos, las miradas detrás de los cristales, los cuerpos amontonados, los fantasmas dentro de pijamas de rayas que deambulan de un lado a otro...horrible.

Y ves la sangre corriendo entre los adoquines. Y detrás de la alambrada sigues viendo los ojos hundidos, cierras los tuyos y están todos allí, enzarzados entre las espinas de metal clamando por salir de allí. Y te vas, y el día no vuelve a ser el mismo, y aunque pueda parecer extraño, raro, precipitado o exagerado, la vida te cambia un poco, y necesitas tiempo, para pensar, porque todo cambia, te asoman a una ventana que nadie quiere abrir, pero que está ahí, y cuando te dejan regresar a tu mundo, no ves las cosas igual, tiempo para reflexionar, dos días de silencios, y un comentario desencadena la angustia, el malestar, todo lo que te ha dado por pensar.

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