domingo, 31 de julio de 2011

Deja de mirarme.
No puedo dejar de imaginarme poniéndote contra esa pared otra vez.
Y en mitad de una noche te sobresaltas, abres los ojos y no reconoces nada. Palpitaciones. Respiración eupneica ajena. Desnudez. Palpitaciones, pavor, inseguridad. ¿Dónde estoy? ¿Quién eres tú? Pienso. Lo que ves se parece a un sueño, pero estás despierta. Lo has olvidado todo o al quitar el polvo todo ha cambiado demasiado, tanto que no lo reconoces, sea como sea la opresión cordial no es un signo de seguridad y deseas salir, alejarte del lugar, de un hogar que no reconoces, quizá nunca ha sido el tuyo, simplemente lo parecía.
Entras en cualquier bar intentando buscar un recuerdo que te sosiegue, no hay nadie, no está, pero una persona no deja de mirarte, de seguirte, de buscarte, pero ya sabes, no es hora de meterse en líos, recuerda que estás perdida, sal de aquí antes de volver a confundirte.
Ya está, eso es, recuerdas algo, 800km. Sabes que ahí hay algo, recuerdas.
Quiero salir a buscarte porque no me da miedo encontrarte.
(NdT: quiero salir a buscarte y aunque no me da miedo encontrarte, no puedo o no sé hacerlo)
Me pruebo los guantes largos. Negros, suaves, sensuales, irreales.
El espejo se convierte en ti, como tantas otras veces, me miro y son tus ojos en los que se convierten los míos, paso mis manos por mis costillas, por la cintura, y siento que son las tuyas, mientras imagino que realmente tu yaces inconsciente en tu cama, a mil años luz, y un escalofrío recorre tu espalda, zozobras bajo las sábanas, no recordarás que me has soñado, pero sé que por la mañana me echarás de menos. Un poco más tarde te materializas en la oscuridad de mi estancia, y ahora yo, bajo las sábanas, acabo de recorrer el paisaje de un ciego, mil situaciones, decenas de posturas, de caricias, de susurros, de momentos, de te quieros, de lágrimas al despuntar el alba y volver a la realidad.
Sueña conmigo, puede que un día te despiertes aquí.

Me too...