Porque el sexo al fin y al cabo sólo rellena un pequeño periodo de tiempo.
Sólo eso.
Recoges el semen que se esparció por tu abdomen, te vistes, el frío de la calle borra tus recuerdos. En tu cabeza suena alguna vieja melodía, eres así, eres tú, una sombra perdida, un acúmulo de deseos por cumplir, una indefinición estatal del amor, un conjuro sexual, una maldición en la cama, gimes, te excitas, sabes cómo excitar, sin embargo cada día te miras al espejo y parece que no estás. Sólo de vez en cuando te observas con detenimiento la mirada y te gustas más y más, incluso a veces, con la luz apagada y el resplandor de alguna farola lejana te detienes delante del espejo, desnuda, y te empiezas a admirar, desearías poseerte, controlar el deseo que a veces te asfixia, someter al resto del mundo. Te gustas, te quieres, te tocas, perfilas tu cuerpo, erizas tu propia piel, te gustas y estás segura de que un plan infalible rodea tus pasos y que el mando del mundo está escondido en algún rincón de tu cuerpo.
Sólo es algún momento, porque luego, sentada en cualquier autobus que te lleva al trabajo ves el reflejo de una chica cansada, normal, sin arreglar, sin peinar, que esconde sus ojeras tras unas gafas grandes y de colores que intentan alegrar el gris de una mirada perdida pero que brilla si encuentra una oportunidad.
jueves, 29 de octubre de 2009
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