Separo las hojas horizontales y me deslizo pulcramente entre ellas, acomodo mi cuerpo, adopto posturas incómodas intentando crear un lenguaje para necios, burdos que deambulen por el mundo al olfato del cuerpo sediento de sexo. Manos como peatones distraidos ante la miseria del desconocido, pasan de largo sin limosna, sin una caricia de más.
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