jueves, 19 de marzo de 2009

Hetaira, o como tú me quieras llamar.

Me voy, y prometo que si los encuentro los besaré a todos, uno por uno, pero a todos.
Los miraré, los llamaré o a veces simplemente me acercaré y les morderé, marcaré su alma y me iré, sólo quiero que sepan que he vuelto y a otros que sepan que siempre he estado ahí. Romperé las esperas candentes de tantos años y así caerán en el olvido o se incrementarán...
Me voy con muchas ganas de jugar, de engañar, de brillar, de gritar, de bailar, de observar, de vivir en el más allá de mis horas de biblioteca y mi posición respetable en los despachos.



Me voy, y prometo igualmente que si ella me mira otra vez así la besaré también, esta vez sólo la besaré y sentiré su piel erizándose y sus ojos cerrarse, sus manos temblar.
Sin ganas de jugar, simplemente hablar de otra forma, besarla y dejarlo así. Nada más.
Aunque quizá sería mejor empezar de nuevo, desde cero, sin alterarla otra vez ni alterarme a mí, mirarla yo también, estrecharla entre mis brazos y hacerla reir.

Pero a ellos no, a ellos les toca sufrir, no merecen otra cosa. Sufrir de placer sin placer.
Sufrir de juego, sufrir ante mis caprichos.
Eso es, caprichos.

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