A mitad de rendimiento, así me siento.
Han pasado más de 40 días desde el accidente y aún me resiento. El dolor lumbar se ha hecho casi constante, dormir se convierte en una tortura de la que me despierto agotada, ponerme los zapatos, bajar la persiana, todo me cuesta más. Elasticidad reducida considerablemente.
De bailar, ni hablar, se queja cada articulación, intentando calentar para más tarde dibujar círculos en el aire con el brazo me sume en un llanto incontrolado.
Sexo, mañana lo veremos.
Me da el bajón, siento cierto resentimiento hacia la conductora que siguió feliz. Aún siguen hablando de aquella cena de gala a la que no pude asistir porque una decena de cables me rodeaban. Y es un suma y sigue constante, durante ya más de 40 días. Y ahora es cuando explota. Después de una semana del estado "ausente", pasando una hora o dos en casa para salir rápidamente a andar, tomar café, divagar, creo que por fin me he dado cuenta de lo que me pasa, es cansancio físico y mental acumulado, es una semana de retraso, una semana no vivida, una semana aislada y ahora vivo en un jet lag constante, con todos, en todas partes, a todas horas.
Por suerte mañana cojo un avión a España, durante unas dos semanas, Valencia, Jaén, Almería, Granada, Madrid y finalmente Bruselas, de ahí a mi destino, aquí. Desconectar, relajarme, intentar recuperarme, buscar fisioterapeuta de urgencia.
Días soleados en los que intento tumbarme en el césped, necesito ayuda para hacerlo y la espalda me mata a los dos minutos.